luego una vestidura de seda, como convenía a tal capitán, quitándole primero el savo roto, aunque rico, que traía. En esta manera reformado, dió paz y abrazó a cada uno de ellos, y sentado en más alto lugar que ninguno, comenzaba a hacer fiesta con su cena de muchos manjares.
CAPITULO II
Entonces, hablando unos con otros, comenzaron a decir de la huida de la doncella y de cómo yo la llevaba a cuestas, y diciendo asimismo de la monstruosa y no oída muerte que para entrambos nos tenían aparejada: lo cual, todo por él oído, preguntó dónde estaba aquella moza; y lleváronlo adonde estaba, y como la vió en la prisión cargada de hierros, comenzó a despreciarla, haciendo un sonido con las narices, y salióse luego de la cámara, y desde que se tornó a sentar, dijo luego a los ladrones:
—Yo, señores, no soy tan bruto ni temerario que quiera refrenar vuestra sentencia y acuerdo; pero yo pensaría que tenía dentro, en mi corazón, pecado de mala conciencia si disimulase lo que me parece que es bueno y provechoso; mas una cosa ha-