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jurar muertos, resistir a los dioses, obscurecer las estrellas, alumbrar los infiernos.

Cuando yo le oí decir estas cosas, dije:

—Ruégote, por Dios, que no hablemos más en materia tan alta; bajémonos en cosas COmunes.

Sócrates dijo:

—¿Quieres oír alguna cosa o muchas de las suyas? Ella sabe tanto, que hacer que dos enamorados se quieran bien y se amen muy fuertemente, no solamente de aquí, de los naturales, pero aun de los de las Indias, etíopes y antípodas, es, en comparación de su saber, cosa muy liviana y de poca importancia. Oye ahora lo que en presencia de muchos osó hacer a un enamorado suyo porque tuvo que hacer con otra mujer: con una sola palabra suya lo convirtió en un animal que se llama castor, el cual tiene esta propiedad: que temiendo de ser tomado por los cazadores, cortase su natura por que lo dejen; y porque otro tanto le aconteciese a aquel su amigo, le tornó en aquella bestia. Así mismo, a otro su vecino tabernero, y por ello enemigo, convirtió en rana; y ahora el viejo mezquino andaba nadando en la tinaja del vino, y, lanzándose debajo las heces, canta cuando vienen a su casa los que continuaban a comprarlo. También a otro procurador de sus casas, porque abogó contra ella, lo transformó en un carnero, y así, hecho carnero, procura ahora las causas y pleitos; esta misma, porque la mujer de un su enamorado le