mero dijo que le parecía que debían quemar viva a aquella doncella. El segundo, que la echasen a las bestias. El tercero, que la debían ahorcar en una horca. El cuarto mandaba que con tormentos la despedazasen. Cierto, a dicho de todos, como quiera que fuese, la muerte le era aparejada. Entonces uno de aquéllos mandó callar a todos, y con palabras agradables comenzó a hablar de esta manera:
—No conviene a la secta de nuestro colegio, ni a la mansedumbre de cada uno, ni aun tampoco a mi modestia, sufrir que vosotros seáis cruelesmás de lo que el delito merece; ni debéis traer para esto bestias fieras, ni horca, ni nego, ni tormentos, ni aun tampoco muerte apresurada. Así que vosotros, si tomáis mi vote, habéis de dar vida a la doncella, pero aquella vida que merece. No creo yo que se os ha olvidado lo que teníais deliberado de hacer de este asno, aunque continuo perezoso, pero gran comilón, y aun ahora mentiroso, fingiendo que estaba cojo, era ministro y medianero de la huída de esta doncella. Así que me parece que mañana degollemos a este asno, y sacadas del todo las entrañas, por medio de la barriga, cosámosle dentro esta doncella que hubo en más que a nosotros, y solamente que tenga la cara de fuera, todo el cuerpo de la moza se encierre en el cuerpo del asno; y después me parece que se debe poner este asno así relleno y cosido encima de un risco de éstos, adonde le dé el ardor del Sol. Y de esta manera sufrirán ambos todas