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CAPITULO IV

Cómo, después que la vieja acabó de contar esta fábula a una doncella, para consolarla, vinieron los ladrones, y cómo, tornándose a ausentar, probó Lucio a libertarse con huída, llevándose consigo a la doncella, y topando a los ladrones en el camino, los volvieron, amenazándolos con el morir.

En esto entraron los ladrones por la puerta, cargados, diciendo que habían peleado muy fuertemente, y dejados en casa algunos de los heridos para que curasen sus llagas, algunos de los otros más esforzados tornaban, según decían, por ciertos líos y cosas que habían dejado escondidas en una cueva; y luego que comieron muy de prisa y arrebatadamente, sacaron del establo a mí y a mi caballo, dándonos buenas varadas para que trajésemos aquellas cosas, y puestos en el camino, pasadas muchas cuestas y valles, yendo muy fatigados, casi a la noche llegamos a una cueva, de donde, cargados de muchas cosas, que un poquito de tiempo no nos dejaron descansar, tornaron al camino; ellos se apresuraban con tanto miedo, que con los muchos palos que me daban, empujándome por que anduviese, me lanzaron e hicieron caer sobre una piedra que estaba cerca del camino: de donde recibí tantos golpes y guin-