que poco menos fueras muerta por semejante curiosidad que la que hiciste conmigo? Pero ve ahora con la embajada que mi madre te mandó, y entre tanto, yo proveeré en lo otro que fuere me nester."
Dicho esto, levantóse con sus alas y fuese volando. Psiches llevó lo que traía de Proserpina y diólo a Venus; entre tanto, Cupido, que andaba muy fatigado del gran amor, la cara amarilla, temiendo la severidad no acostumbrada de su madre, tornóse al almario de su pecho y con sus ligeras alas voló al cielo y suplicó al gran Júpiter que le ayudase, y recontóle toda su causa. Entonces Júpiter tomóle la barba, y trayéndole la mano por la cara lo comenzó a besar, diciendo:
"Como quiera que tú, señor hijo, nunca me guardaste la honra que se debe a los padres por mandamiento de los dioses; pero aun este mismo pecho, en el cual se encierran y disponen todas las leyes de los elementos, y a las veces de las estrellas, muchas veces lo llagaste con continuos golpes del amor, y lo ensuciaste con muchos lazos de terrenal lujuria, y lisiaste mi honra y fama con adulterios torpes y sucios contra las leyes, especialmente contra la ley Julia, y a la pública disciplina, transformando mi cara y hermosura en serpientes, en fuegos, en bestias, en aves y en cualquier otro ganado. Pero, con todo esto, recordándome de mi mansedumbre y de que tú creciste entre estas mis manos, yo haré todo lo que tú quisieres, y tú sépaste guardar de otros T