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amansarás la rabia de aquel perro con la otra sopa. Y cuando llegares al barquero avariento, le darás la otra moneda que guardaste en la boca; y pasando aquel río tornarás por las mismas pisadas por donde entraste, y así vendrá a ver esta claridad celestial. Pero sobre todas las cosas te apercibo que guardes una: que en ninguna manera cures de abrir ni mirar lo que traes en la bujeta, ni procures de ver el tesoro escondido de la divina hermosura."

De esta manera aquella torre, habiendo mancilla de Psiches, le declaró lo que le era menester de adivinar. No tardó Psiches, que luego se fué al monte Tenaro, y tomados aquellos dineros y aquellas sopas como le mandó la torre, entróse por aquella boca del infierno, y pasado callando aquel asnero cojo, y pagado a Carón su flete por que le pasase, y menospreciado asimismo el deseo de aquel viejo muerto que andaba nadando, y también no curando de los engañosos ruegos de las viejas tejedoras, y habiendo amansado la rabia de aquel temeroso perro con el manjar de aquella sopa, llegó, pasado todo esto, a los palacios de Proserpina; pero no quiso aceptar el asentamiento que Proserpina le mandaba dar, ni quiso comer de aquel manjar que le ofrecían; mas humildemente se sentó ante sus pies, y contenta con un pedazo de pan bazo, le expuso la embajada que traía de Venus; y luego, Proserpina le hinchó la bujeta secretamente de lo que pedía; la cual luego se partió, y aplacado el