en las ciudades magníficas de los griegos, adonde todo Oriente te honra como diosa de los casamientos y todo Occidente te llama Lucina: o doquiera que estés, te ruego que socorras a mis extremas necesidades, y a mí, que estoy fatigada de tantos trabajos pasados, plégate librarme de tan gran peligro como está sobre mí, porque yo bien sé que de tu propia gana y voluntad acostumbras socorrer a las preñadas que están en peligro de parir."
Acabado de decir esto, luego le apareció la diosa Juno, con toda su majestad, y dijo:
"Por Dios, que yo querría dar mi favor y todo lo que pudiese a tus rogativas, pero contra la voluntad de Venus, mi nuera, la cual siempre amé en lugar de mi hija, no lo podría hacer, porque la vergüenza me resiste. Además de esto, las leyes prohiben que nadie pueda recibir a los esclavos fugitivos contra la voluntad de sus señores."
CAPITULO II
—Con este naufragio de la fortuna, espantada Psiches viendo asimismo que ya no podía alcan-