de hallarlo, cuanto era la pena que traía en buscarlo, y deliberaba entre sí que si no lo pudiese con sus halagos, como su mujer amansar, que a menos como sierva, con sus ruegos y oraciones lo aplacaría. Yendo en esto pensando vió un templo encima de tan alto monte, y dijo:
"¿Dónde sé yo ahora si por ventura mi señor mora en este templo?"
Luego enderezó el paso hacia allá, el cual como quiera que ya le desfallecía por los grandes y continuos trabajos, pero la esperanza de hallar a su marido la aliviaba. Así que, habiendo ya subido y pasado todos aquellos montes, llegó al templo y entróse dentro, donde vió muchas espigas de trigo y cebada, hoces y otros instrumentos para segar; pero todo estaba por el suelo, sin ningún orden, confuso, como acostumbran a hacer los segadores cuando con el trabajo se les cae de las manos. Psiches, como vió todas estas cosas derramadas, comenzó a apartar cada cosa por su parte y componerlo y ataviarlo todo, pensando, como era razón, que de ningún dios se deben menospreciar las ceremonias, antes, procurar de siempre tener propicia su misericordia. Estando Psiches ataviando y componiendo estas cosas entró la diosa Ceres, y como la vió, comenzó de lejos a dar grandes voces, diciendo:
"¡Oh Psiches desventurada! La diosa Venus anda por todo el mundo con grandísima ansia buscando rastro de ti: y con cuanta furia puede