Página:La metamorfosis o El asno de oro (1920).pdf/15

Esta página ha sido corregida
11
 

estrellas se arrancan del cielo, y el día se quita, y la noche se detiene.

Entonces yo, con un poco de más osadía, dije:

—Oye tú, que comenzaste la primera habla, por amor de mí que no te pese ni te enojes de proceder adelante.

Así mismo, dije al otro:

—Tú paréceme que con grueso entendimiento y rudo corazón menosprecias lo que por ventura es verdad. No sabes que muchas cosas piensan los hombres, con sus malas opiniones, ser mentira, porque son nuevamente oídas, o porque nunca fueron vistas, o porque parecen más grandes de lo que se puede pensar, las cuales, si con astucia las mirases y contemplases, no solamente serían claras de hallar, pero muy ligeras de hacer? Pues a mí me aconteció que yendo a Atenas un día, ya tarde, y comiendo con otros, yo, por hacer como ellos, mordí un gran bocado en una quesadilla, a causa de que los convidados se daban prisa en comer. Y como aquél es manjar blanco y pegajoso, atravesóseme en el gallillo, no dejándome resollar, hasta que poco menos quedé muerto; pero con todo mi trabajo llegué a la ciudad, y en el portal grande que llaman Pecile vi con estos ambos ojos a un caballero de estos que hacen juegos de manos que se tragó una espada bien aguda por la punta. Y luego, por un poco de dinero que le daban, tomó una lanza por el hierro y lanzósela por la barriga, de manera que el hierro de la lanza, que entró por la ingle, le salió por la parte