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otras cosas que en ella había, por donde se podía muy bien juzgar que Júpiter hubiese fundado este palacio para la conversación humana. Psiches, convidada con la hermosura de tal lugar, llegóse cerca y con una poca de más osadía entró por el umbral de casa, y como le agradaba la hermosura de aquel edificio, entró más adelante, maraviilándose de lo que veía. Y dentro en la casa vió muchos palacios y salas perfectamente labrados, llenos de grandes riquezas, que ninguna cosa había en el mundo que allí no estuviera. Pero sobre todo, lo que más se podría hombre allí maravillar, demás de las riquezas que había, era la principal y maravillosa que ninguna cerradura ni guarda había allí, donde estaba el tesoro de todo el mundo. Andando ella con gran placer, viendo estas cosas, oyó una voz sin cuerpo que decía:

"¿Por qué, señora, tú te espantas de tantas riquezas? Tuyo es todo esto que aquí ves; por ende, éntrate en la cámara y ponte a descansar en la cama, y cuando quisieres demanda agua para bañarte, que nosotras, cuyas voces oyes, somos tús servidoras y te serviremos en todo lo que mandares, y no tardará el manjar que te está aparejado para esforzar tu cuerpo."

Cuando esto oyó Psiches, sintió que aquello era provisión divina; descansando de su fatiga, durmió un poco, y después que despertó levantóse y lavóse; y viendo que la mesa estaba puesta y aparejada para ella, fuése a sentar, y luego vino mucha copia de diversos manjares, y, asi-