y que iba por unos desiertos y soledades, fuera de camino, llamando al desdichado de mi esposo. El cual, como estaba ataviado y vestido con ropas de bodas, iba tras de mí, que me habían apartado de sus brazos, y yo iba huyendo en pies ajenos, y como él iba dando voces, quejándose que le habían robado a su hermosa mujer, pedía socorro a todos. En esto, uno de los ladrones que me llevaban, enojado de sus voces e importuno seguimiento, arrebató una piedra delante de los pies e hirió al mezquino mancebo de mi esposo, de que luego murió, y con este sueño tan horrible y mortal, espantada, desperté medrosa y despavorida.
Entonces la vieja, suspirando a sus lloros y penas, dijo:
—Hija, esfuérzate y ten buen corazón, y por Dios no te espantes con vanas ficciones de sueños, porque además de tener por cierto que los sueños de día son falsos, aun las visiones o sueños de la noche traen los fines y salidas contrarios, porque llorar o ser herido o muerto traen el fin próspero y de mucha ganancia, y, por el contrario, reír o comer cosas dulces y sabrosas, o hallarse en placeres con quien bien quiere, significa gran tristeza del corazón o enfermedad del cuerpo u otros daños y fatigas. Pero yo te quiero consolar y decirte una novela muy linda, con que olvides esta pena y trabajo.
La cual luego comenzó en esta manera: