Página:La metamorfosis o El asno de oro (1920).pdf/126

Esta página ha sido corregida
122
 

jer sin seso, y comenzó de nuevo a afligirse, llorando y dándose de puñadas en los pechos y bofetadas en aquel hermoso rostro. La vieja preguntábale con mucha instancia la causa por que de nuevo tornaba a llorar. La doncella, suspirando con gran pena, dijo:

—¡Ay, ay, triste de mí! Ahora soy cierta y muy certificada que soy muerta; ahora he perdido toda la esperanza de mi salud: cierto, o me tengo de ahorcar, o matar con un puñal, o despeñarme de alguna altura.

Entonces la vieja, con alguna ira, mostrando la cara enojada, mandóle que le dijese que por qué en mal hora lloraba, qué quería decir que después de haber reposado tornase con mayor ímpetu a refrescar los llantos y lloros ya pasados, diciendo:

—No te maravilles, pues que quieres defraudar a mis hijos con la ganancia de tu rescate, que si porfías en ello, yo haré que, no curando de tus lágrimas, las cuales ellos suelen tener en poco, que viva seas quemada.

Espantada con estas palabras, la doncella, besando la mano a la vieja, dijo:

—Perdóname, señora madre, y por tu humanidad socorre y duélete de mi desdicha grande: que no puedo yo creer que en tan honrada vejez y largos años se haya perdido del todo la compasión y misericordia; espera ahora y oirás la can sa de mi triste pena. Pocos días ha que yo fuí desposada con un mancebo muy hermoso, rico y principal entre los suyos, al cual todos los de la