con la carga y camino áspero, con tres de nuestros compañeros. vinimos cargados de esta presa que veis.
Acabada la habla, toman sus tazas doradas llenas de vino puro, y sacrifican, gustando un poco, en memoria de los tres compañeros muertos, y después de haber cantado ciertas canciones a dios Marte, reposaron un rato.
CAPITULO IV
Aquella buena vieja proveyó muy bien a nosotros de cebada abundante y sin ninguna medida; tanto, que mi rocín, como vió tanta abundancia y hartura para sí solo, creía que hacía carnestolendas. Y como quiera que otras veces hubiese comido cebada tarazándola con pena, por ser para mí manjar dañoso y desabrido, sin embargo, entonces miré á un rincón donde habían puesto los pedazos de pan que habían sobrado de aquellos ladrones y comencé a ejercitar mis quijadas, que tenían telarañas de luenga hambre; veni da la noche, que ya todos dormían, los ladrones