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por una ventana a la calle todas las cosas que tenía, para que nosotros las recoglésemos por parte de fuera; ya que tenía echadas muy bien a su placer todas aquellas cosas, no quiso perdonar la cama en que la vieja dormía, así que revolvióla en su camilla y tomóle la manta de encima para echarla por la ventana. La mala de la vieja, cuando esto vió, hincóse de rodillas ante él, diciendo:

—¡Oh hijo mío!, ruégote que me digas por qué estas cosas pobrecillas y rotas de una vieja mezquina das a los vecinos ricos sobre cuyas casas cae esta ventana.

Alcimo, oyendo esto, fué engañado, creyendo que la vieja decía verdad, y temiendo que las cosas que primero había lanzado, y las que después echase, ya que estaba avisado, por ventura no las hubiese echado a sus compañeros, sino a otras casas ajenas, asomóse a la ventana, colgándose para ver muy bien todas las cosas, especialmente de la casa que estaba junta, donde dijo la vieja que habían caído las cosas que había echado. Cuando la vieja lo vió, el cuerpo medio salido de la ventana, y que estaba atónito mirando a una parte y a otra, aunque ella tenía poca fuerza, súbitamente lo empujó, que dió con él de allí abajo. El cual, demás de caer de la ventana, que era bien alta, dió en una piedra grande que allí estaba, donde se quebró y abrió todas las costillas, de manera que salieron de él ríos de sangre. Y desde que nos hubo contado todo lo que le había