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sos y monedas de oro y plata, vestiduras y ropas de seda y brocado. Así que, por el semejante, lavados y refrescados, sentáronse a comer con sus compañeros, y cada uno de todos ellos, por su suerte, levantábanse a servir a los otros; ellos comían y bebían sin orden los manjares a montones, el pan a canastos, el beber sin cuenta ni razón; burlan unos con otros a voces, cantan con gran ruido, juegan entre sí, motejándose, y todas las otras cosas semejantes al convite de los medios fieros lapitas, tebanos y centauros. Entonces un mancebo de aquellos, que parecía más valiente que los otros, dijo:

—Nosotros combatimos esforzadamente la casa de Milón de Hipata y demás de la presa y grandes riquezas que por nuestro esfuerzo ganamos; tornamos a nuestra casa todos sin que uno faltase. Y aun, si hace a propósito, digo que venimos con ocho pies más acrecentados. Pero vos otros, que habéis andado por las ciudades de Beocia, ¿dónde perdisteis vuestro muy esforzado capitán Lamaco y habéis disminuído el número de vuestra flaca y débil compañía? Cierto yo quisiera más su salud y remedio que todo cuanto tra—jisteis en estos líos y fardeles; pero en cualquier manera que su virtud haya perecido, la memoria y fama de tan gran varón podrá ser celebrada entre los reyes ínclitos y grandes capitanes de batallas. Que hablando verdad, vosotros sois ladrones hombres de bien, medrosillos y para hurtos pequeños y de esclavos, andando por los ba-