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puerta; luego comenzaron a reñir con una vejezuela corcova de vieja, la cual sólo tenía cargo de la guarda y salud de tantos mancebos, y dícenle:

—¡Oh sepulcro de la muerte, deshonra de la vida, enojo del infierno! ¿Así nos has de burlar estándote sentada, no haciendo nada, que no nos tengas aparejado algún solaz y refección por tantos y tan grandes peligros y trabajos como hemos pasado? Que tú, días y noches, no entiendes en otra cosa que lanzar vino en ese tu vientre sediento, que nunca se harta.

La vieja, con su voz medrosa y temblando, respondió a éste diciendo:

—¡Oh señores, valientes mancebos y mis defen sores fidelísimos, todo está presto y aparejado abundantemente: yo tengo guisado de comer muy sabroso, muy mucho pan y mucho vino puesto en sus copas, y jarros limpios y bien fregados, y también tengo agua cocida, como es costumbre, para que en tumulto y juntos os lavéis.

En acabando la vieja de decir esto, ellos se desnudaron luego, y desnudos y lavados con agua caliente, después de recreados al fuego, untáronse con aceite. Y puestas las mesas con sus manjares, sentáronse a comer.

Luego, en aquel tiempo que se sentaron a la mesa, he aquí que vienen otros mancebos más que los que estaban; los cuales, en viéndolos, quienquiera viera que eran ladrones como los otros. Porque éstos también traían muchos va-