das cortáronle las piernas y apartáronle un poco del camino, y medio vivo lanzáronlo de una altura abajo en un valle muy hondo. Entonces, yo, pensando entre mí la desdicha del triste de mi compañero, acordé, apartados de mí todos farudes y engaños, como buen asno provechoso servir a mis señores. Cuanto más que, según lo que yo les oía estar hablando, cerca de allí estaba su casa, donde habíamos de descargar y reposar del fin de nuestro camino, porque allí era su morada. Finalmente, pasada una cuestecilla no muy áspera, llegamos al lugar adonde íbamos. En llegando, luego nos descargaron y metieron con muy mucha diligencia; metieron lo que traíamos dentro de casa; yo, aliviado del peso de la carga, por refrescarme del cansancio del largo camino, en lugar de baño, comencé a revolcarme por el polvo.
CAPITULO II
Paréceme que, en este lugar, el tiempo y la misma cosa demanda que recuente el sitio y for-