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La media naranja

Se los quitó con rabia, los arrojó al suelo, y continuó avanzando por los jardinillos de Recoletos.

Si pudiésemos ver las ideas que bullian en su frente, bien podríamos llamar á la escena que hemos presenciado:

Tormentos de la pobreza.


IV.

Antes de continuar nuestra historia, detengámonos un instante á reflexionar sobre las tres escenas que hemos presenciado y los tres personajes que hemos conocido.

Clara es una mujer hermosa y con un corazón más grande que su fortuna.

Alfonso es un elegante libertino, con menos corazón que dinero; lo cual equivale á decir que no tiene corazón, pues ya sabemos que está tronado y es un perdido en todos conceptos.

Gonzalo es tan rico de inteligencia y de corazón como pobre de bolsillo.

Clara y Alfonso son una disonancia, una antitesis moral, que el mundo y la suerte quieren unir y armonizar, lo cual prueba que la suerte es ciega.

Clara y Gonzalo son la disonancia de la pobreza y la opulencia; pero son la armonía sublime, el acorde perfecto de dos almas; dos poesías hermanas; dos consonantes deseando rimar el verso de la felicidad. Y sin embargo, la suerte los separa, se interpone entre la atracción natural de sus almas.

A Clara y á Gonzalo les bastaría un minuto de hablarse para identificarse en un solo amor, en un solo ser.

Pero hay distancias de cuatro varas que una locomotora no podría recorrer en diez años: la distancia de la posición no se mide por kilómetros sino por inmensidades.

Clara y Gonzalo viven tan cerca y tan lejos! Podrían hablarse desde sus ventanas, y empero él vive en Pekín y ella en Filadelfia.

Ah, lector! Los hombres son desgraciados por no poder entenderse: una palabra bastaría á veces para hacer nuestra dicha, y esa palabra es quizás de todas las del Diccionario la única que nos está vedada. ¿No es horrible considerar que Clara piense siquiera