Página:La media naranja 1.djvu/12

Esta página ha sido corregida
284
La media naranja

— Basta, Ernesto, no prosigas. Soberbios! magníficos! admirables! — dijo Alfonso entusiasmado. — Eso le dará una alta idea de mi talento y de mi sensibilidad.

Y arrancando una hoja en blanco de la carta de su padre, y dándole un lápiz Alfonso, exclamó:

— Cópiamelos aquí.

Una estrofa le faltaba ya para terminar á Ernesto, cuando Alfonso le interrumpió.

— Espera! Estos versos, son de autor conocido? Porque no me vaya á ver en un compromiso.

— Quiá! Son de un poetilla desconocido, de un incompris de bohardilla que se llama.... se llama.... Gonzalo Aguilar.

— Bien: me tranquilizo. Ah! Pero están publicados?

— Si.

— Diantre! Entonces no sigas: puede haberlos leido.

— No tengas cuidado. Un señor muy aficionado á versos le costeó el año pasado una edición de quinientos ejemplares, que sólo repartió á sus amigos, pues lo que es vender .... Dios guarde á usted muchos años. Yo tengo un ejemplar que me prestó un amigo mió, y que me he apropiado. Tiene bonitos versos; pero casi nadie los conoce.

— Siendo asi, vengan, — dijo Alfonso tomando el papel. — Voy á ponerlos en limpio, y esta misma tarde los entrego, y me servirán de pretexto para promover una gran escena. Hoy ha de cantar claro, ó poco he de valer.

Courage! Si pescas la viudita, quién te tose? ¡Ochenta mil duros! Una hermosura de primissimo cartello! Qué ganga! ¡Qué suerte tienes!

— Desgraciado en el juego

Andiamo: — dijo Ernesto llamando con estrépito al mozo, á quien pagó tuteándole. — Mañana veremos el resultado de mis versos.

— Será decisivo.

Guira!

Guiro!

Entre estas y parecidas humoradas salieron del café, y en las Cuatro Calles se separaron aquellos Pilades y Orestes, dándose un bastonazo en las pantorrillas y en la copa del sombrero.

A rivederci! bonne chance! good by, — gritó Ernesto desde lejos.