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Movimiento Obrero y Modernidad en Chile:
Una relectura desde la matanza de Santa María de Iquique
por Felipe Rivera[1]


La Fractura

La matanza de Santa María de Iquique marca uno de los momentos más luctuosos de la historia moderna de Chile, que deja en evidencia la gran fractura de la sociedad chilena. Mundos que progresiva y profundamente se fueron disociando, derivaron en proyectos de sociedad e identidad que se construyeron en función de una distancia dicotómica. Fue justamente esta tensión la que marcó la particularidad de la modernidad chilena hacia el centenario, una modernidad que por un lado bregaba por el reconocimiento de un nuevo actor social sin otro espacio de integración social que no fuese su trabajo, y por el otro, sectores que se aferraban a estructuras de poder y prestigio heredados de la colonia y, que al mismo tiempo, recibían con beneplácito los beneficios de la incorporación al capitalismo moderno. Todo ello enmarcado en un proceso de profundas transformaciones de las fuerzas productivas, que posibilitó la negación cada vez más extendida por parte del Estado de la legitimidad del movimiento popular.

Esta fractura no es un hecho novedoso —como lo demuestra Salazar [2], pasando por diferentes intensidades y dinámicas durante la historia de Chile: fue el “Araucano” y el “Español” en la conquista y colonia, fue el “Inquilino” y el “Patrón” en la hacienda. Pero esta distancia era mitigada (no exenta de conflictos) por importantes fuerzas sociales y por la intensidad de los vínculos construidos en una cotidianeidad que unía sus destinos[3]. En cambio, en el período que nos convoca, fue el ensanchamiento progresivo de esta distancia entre el “Aristócrata” y el “Roto”, la que marca la especificidad de la modernidad, en tanto las relaciones de trabajo deja de ser un espacio regulado por instituciones o principios morales en función de lo que se entiende por el bien común, pasando a ser un asunto entre individuos privados, que encuentra su equilibrio en las fuerzas de la “oferta y demanda”, dejando de estar reglamentado por variables de corte moral o ético propias de la comunidad, pasando a ser reguladas por lo que Polanyi definió como la Utopía del Mercado Autorregulado.[4]

Esta distancia moderna se comienza a construir con la abolición después de la independencia de todos aquellos conjuntos de leyes que regulan la vida social durante la colonia. Esta desregulación de la sociedad trajo consigo una fuerza de diferenciación que se tornó

  1. Antropólogo y Magíster en Sociología, Investigador del Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones de la Biblioteca del Congreso Nacional y Consultor de CEPAL/ CELADE.
  2. Salazar, Gabriel: “Historia contemporánea de Chile”, Tomo I, LOM Editores, Santiago 1999.
  3. Como bien lo graficó Villalobos respecto de la vida en la frontera de la Araucanía y Donoso en sus novelas “Casa de campo”, “El obsceno pájaro de la noche” respecto de la vida en la hacienda
  4. Polanyi, Kart: “La Gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo”, Ediciones La Piqueta, Buenos Aires 1997.