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institucional, y creía que en ese frente debía disputar la conciencia de los obreros contra las ideologías burguesas dominantes. La cooptación que había tenido, sin embargo, este partido en 1896 por la Alianza Liberal jugará como factor contrario a la conformación de identidad de clase de los obreros, ya que como plantea Julio Cesar Jobet, “a pesar tan brillante programa, no jugó ningún rol importante, y que, por el contrario, provocó grandes daños a la masa popular. Entró con entusiasmo al juego de las alianzas políticas y puso el elemento obrero al servicio de las clases plutocráticas”.[1]

El partido democrático más bien jugó un rol importante en la vinculación de los obreros con la lógica partidista, pues a través de la institucionalidad promovió un discurso emancipatorio en los planos político, económico y social de los obreros, siempre utilizando los instrumentos político electorales que la legalidad oligárquica ofrecía. Pero su cooptación por parte de los sectores liberales generó una deslegitimación de la misma lógica y al mismo tiempo permitió un auge de teorías como el anarquismo y el anarcosindicalismo, contrarios a la institucionalidad.[2]

Un importante punto de quiebre entre Recabarren y el partido democrático fue la designación del candidato conservador Fernando Lazcano en 1906, que obtuvo, entre otros, el apoyo de Malaquías Concha. Luego de este episodio, Recabarren fue víctima de persecución policial y huyó a Argentina y Europa. En ese periplo genera contactos importantes con dirigentes socialistas de otros países y llega con la idea clara de formar un nuevo partido en Chile. Abdón Díaz, Presidente de la Mancomunal de Obreros durante la Matanza de Santa María también intentaría, en ausencia de Recabarren, formar un partido obrero, proyecto que no llegaría a buen puerto, [3] sin embargo, es prueba patente de la influencia del partido democrático en la idea de participación a través de la lógica partidista entre los obreros. De hecho, el vínculo de los obreros con este partido será la primera etapa de la conformación de nuevas entidades también institucionales como el Partido Obrero Socialista en 1912 y más tarde, en 1922, el Partido Comunista de Chile.

También al interior del socialismo liderado por Recabarren existirá una desconfianza al rol que podría jugar el Congreso en solucionar los problemas de los obreros, con la importante diferencia de que para él la institución no era ilegítima en sí misma, sino por cuanto albergaba sólo a los grupos privilegiados de la sociedad. Ya señalaba el líder obrero en 1902, respecto a los logros que habían obtenido los obreros norteamericanos. “Los obreros de Iquique deben hacer lo mismo, pues sólo así es posible obtener el triunfo. El obrero en huelga no debe tener jamás

  1. Jobet, Julio César, citado por: Gallardo, Gabriel: “¡Son una enorme voz!, Estudio del movimiento obrero. Sus consecuencias políticas y sociales (1900-1924)”, Seminario para optar al título de Ingeniero Comercial, Mención Economía, Universidad de Chile, Santiago de Chile, 2003. (disponible en: www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2003/ gallardo_g/html/index-frames.html)
  2. Pinto, Julio: “¿Cuestión social o cuestión política?”, en: Revista Historia, N° 30 (1997), pp. 216-218.
  3. Ortiz Letelier, Fernando: “El Movimiento Obrero en Chile (1891-1919)”, LOM Ediciones, Santiago 2005, p. 218.