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de viviendas obreras (1906) y la Ley de Descanso Dominical (1907), el parlamento sólo volverá a mirar el problema obrero una vez que el movimiento de los trabajadores se haya vuelto a organizar con fuerza, entre los años 1915 y 1917, cuando se aprueban “La ley de la Silla” (1915), Ley de Accidentes de Trabajo (1916) y Ley de Salas Cuna (1917).

Como hemos dicho, la masacre de Iquique marca un punto de inflexión respecto a la discusión sobre la cuestión social y la legislación laboral. Si hasta ese año había una negación de la situación que aquejaba a los obreros, tal como plantea Sergio Grez, desde esta huelga “los debates asumieron un carácter más técnico, partiendo de la aceptación de una realidad que, aunque desagradable, debía inevitablemente ser enfrentada para preservar el orden social”.[1]

El Movimiento Obrero: identidad e ideología frente a la institucionalidad

La agudización de las contradicciones ya existentes entre capital y trabajo, en el periodo llamado parlamentario, llevó a los trabajadores a comprenderse a si mismos como parte de un colectivo identificable, con conciencia de la desigualdad generada por la explotación y con propuestas claras que apuntaban a mejorar sus condiciones de vida y, en algunos casos, a reestructurar el orden social. La cuestión social, en este sentido, era para los obreros una cuestión de carne propia, por lo que era necesario llevar a cabo distintas maneras de organización según se iban acrecentando los problemas y la necesidad de vincular su realidad con el desarrollo de la política nacional.

Distintas versiones sobre la identidad de los trabajadores del salitre existen en la historiografía chilena. Sin embargo, para todos es común el hecho de que éstos vivían en condiciones miserables, situación agravada, entre otras cosas por la desigualdad social y los niveles de acumulación del capital que habían alcanzado los empresarios salitreros, incluso a pesar de las crisis económicas de finales de siglo XIX y comienzos del XX. Como plantea Eduardo Cavieres “Su dependencia absoluta de los salarios para la subsistencia y la nacionalidad foránea de sus empleadores determinaron la forma cómo los trabajadores comenzaron a percibirse a sí mismos como una clase separada, opuesta y fuertemente anticapitalista”.[2]

La relación entre obreros y empresarios salitreros estará marcada en este período por la tensión generada por las condiciones de vida de los trabajadores. Pero esta relación no puede comprenderse aislada de un contexto en el cuál el Estado era actor de relevancia tanto como agente represor de las huelgas como también espacio de conquista para las teorías de carácter revolucionario que surgirían en los sectores proletarios. Empresarios y trabajadores se dirigían

  1. Grez Toso, Sergio: “¿Autonomía o escudo protector?: El movimiento obrero y popular y los mecanismos de conciliación y arbitraje (Chile, 1900- 1924)”, en: Revista Historia, N° 35 (2002), pp.91-150.
  2. Cavieres F., Eduardo: “Nuevas perspectivas para una siempre vigente reflexión: Los trabajadores del salitre y el movimiento sindical chileno a comienzos del siglo XX”, en: Revista de Estudios Históricos (versión electrónica http://www.estudioshistoricos.uchile.cl), Vol. 1, No 1 (agosto 2004), pp. 1-21.