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destrozo moral en el sentimiento de los obreros que las autoridades produjeron en sólo cinco minutos de fuego y mortandad”.[1]

Asimismo, el relato de las condiciones de vida de los obreros de las salitreras hecho por la Comisión, revela una situación tal de precariedad y explotación, que el petitorio de los huelguistas de 1907 resultaba plenamente vigente en 1913.

Por su parte, volviendo al período en comento, el gobierno, a través de su ministro Sotomayor se mantuvo desde el primer momento inalterable en su justificación: el orden y la protección de la propiedad estaban primero y debían ser protegidos ante los potenciales desórdenes provocados por elementos agitadores externos que manipulaban a los trabajadores. Así lo manifestó, por lo demás, el propio Presidente Montt ante las cámaras a mediados de 1908. Y la prensa santiaguina revisada presentaba en sus editoriales y comentarios un movimiento ordenado y pacífico, hasta el desenlace, en que el discurso de la prensa se alinea con las justificaciones oficiales.

En los siguientes años, las movilizaciones obreras persistieron, así como la legislación laboral fue lentamente ganando un espacio en la prensa y en la agenda política y los nuevos partidos obreros asumieron su rol de lucha social y política. El debate sobre el desarrollo y la “cuestión social” fue incorporando nuevos discursos y actores, particularmente aquellos que no tenían rostro para el ministro Sotomayor, pero sí habían sacrificado sus vidas esa tarde de diciembre de 1907.

  1. Cámara de Diputados, Comisión Parlamentaria encargada de estudiar las necesidades de las provincias de Tarapacá y Antofagasta, 1913, Talleres Zigzag, p. 137 . El informe contiene además una amplia información estadística de las condiciones de vida de los trabajadores en la pampa salitrera.