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El auge salitrero significó para el Estado chileno una importante entrada de recursos durante casi cincuenta años, por la vía de los derechos de exportación sobre el valor total del salitre y yodo. Para el período 1880-1924, los costos de producción bordearon 1/3, las ganancias netas de los capitalistas otro tercio -—fundamentalmente capitalistas extranjeros que a fines del siglo XIX representaban cerca de dos tercios de la industria salitrera-— y el tercio restante lo percibió el Estado.

Es decir, añaden Sunkel y Cariola: «...el estado chileno logró apropiarse de aproximadamente la mitad del excedente generado en la actividad salitrera lo que constituye seguramente un fenómeno sin precedentes en la época». [1] No debe ignorarse, sin embargo, que el Estado, así como las actividades económicas, eran «administrados» por la misma elite dirigente.

La relevancia de la industria salitrera en las entradas del fisco chileno queda de manifiesto al comparar su impacto en el tiempo. Hacia 1880, los tributos representaban menos del 5% de las rentas ordinarias. En 1890, esa proporción había subido al 48%; en 1910 llegó al 51%, mientras que para 1915, los impuestos a las exportaciones del salitre significaban un 60% de las entradas de la nación. Según Sunkel y Cariola «En los cincuenta años del período 1880-1930, el total acumulado de los derechos pagados por el salitre y yodo llegó a casi mil millones de dólares (corrientes)».[2]

Siguiendo las conclusiones de los mismos autores, las ganancias netas de los inversionistas -—locales y extranjeros-— habrían alcanzado una magnitud similar en el período 1880-1930.

Se mencionó arriba el rol del Estado como facilitador de la iniciativa privada económica desde fines del siglo XIX. Asimismo, queda de manifiesto el control que los grupos oligárquicos ejercían sobre las instituciones al reformular las cargas tributarias, suprimiéndose una serie de impuestos internos a la propiedad en la década de 1880 y desplazándose otros desde el gobierno central a los municipios, todo ello en virtud de los enormes recursos que proporcionaba el salitre. «No se observa, en cambio, la misma prontitud para regular las relaciones entre capital y trabajo -—señala Oscar Muñoz-—,las que deberán esperar varias décadas y la agudización de los conflictos para comenzar a plantearse".[3]

La industrialización de las grandes ciudades, además de las faenas mineras del norte que generaron importantes procesos migratorios, significó la aparición de núcleos de trabajadores urbanos medios y proletarios que laboraban y vivían en muy precarias condiciones y marginados de luchar por sus intereses en el sistema político o incidir en las agendas legislativas de la época. Las organizaciones de trabajadores a fines del siglo XIX —-señala Sergio Grez[4] -—estaban conformadas por mutuales, cooperativas, escuelas de

  1. Sunkel, Osvaldo y Carmen Cariola: “Un siglo de historia económica de Chile 1830-1930”, Editorial Universitaria, Santiago 1991, p.87.
  2. Ibid, cuadro N° 19, p.138, y cuadro N° 20, p.139.
  3. Al decaer el ciclo salitrero, la estructura tributaria se modificó, culminando en 1924 con la creación del impuesto a la renta. Muñoz G., Oscar, op. cit., p.12.
  4. Grez Toso, Sergio: «1890-1907: De una huelga general a otra. Continuidades y rupturas del movimiento popular en Chile», Ponencia Historia Regional, Iquique, Noviembre 1997, p.2