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la impostergable «cuestión social». El conservantismo, heredero del peluconismo de la época de los decenios, se caracterizaba por su estructura cerrada, un club de señores tradicionales, terratenientes y católicos que eligieron 8 senadores en 1900, 11 en 1906, 12 en 1909 y luego bajan hasta cero en 1921, mientras los radicales subían, así como los demócratas.[1] Las tendencias eran claras y el conservantismo perdía influencia y terreno electoral, pero no poder e influencia en las decisiones políticas y económicas, además de su lucha en el período por la libertad de educación, contra el Estado docente.

Sin embargo, desde la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII en 1891, el pensamiento conservador fue asumiendo -—no sin mucha dificultad y recelo y sólo por algunos ilustres como el diputado Juan Enrique Concha, ya que la mayoría prefería la anterior encíclica Diuturnum Illud, fuertemente anticomunista-— una mirada hacia el mundo del trabajo y de la justicia social.[2]

El social cristianismo que reivindicaba un trato más justo con los trabajadores y una preocupación por su situación habitacional y educacional, llevó a algunos hombres ricos a fundar sociedades filantrópicas y construir con sus fortunas personales viviendas para obreros, como la población León XIII a los pies del cerro San Cristóbal.

El mundo liberal, compartiendo intereses y relaciones económicas y sociales con los conservadores, presentaba divisiones entre aquellos que compartían objetivos electorales con éstos, en la llamada Coalición liberal conservadora y quienes adscribían a un liberalismo más tradicional -—liberales democráticos o balmacedistas, liberales doctrinarios-— vinculándose con radicales y demócraticos en la Alianza liberal.

El liberalismo de principios de siglo adscribía al liberalismo económico, y defendía la lograda libertad electoral -—merced la comuna autónoma-— que significaba la no intervención del Ejecutivo en los procesos electorales, siendo reemplazada por la intervención del dinero en la compra de votos. El conservantismo era identificado con los propietarios de la tierra, mientras el liberalismo se nutría de la alta burguesía urbana y reunía en sus filas a comerciantes prósperos, industriales, altos funcionarios públicos y profesionales liberales que llegaron al senado como Vicente Reyes, Ramón Barros Luco, Juan Luis Sanfuentes, entre otros.

Interesante resulta el radicalismo que, junto con la vertiente liberal -—política y económica-— y distante de la problemática social que predominaba en su dirigencia, comenzó a asumir otro discurso más en sintonía con la realidad social y las desigualdades profundas del país, ahora más evidentes en los centros urbanos del norte y centro producto de las explotaciones mineras e industriales. Los ascendentes estratos medios de burócratas, empleados particulares,

  1. Vial, Gonzalo, et. al.: «Historia del Senado de Chile», Editorial Andrés Bello, Santiago 1, p. 11 .
  2. Urzúa V., Germán: «Historia política de Chile y su evolución electoral», Editorial Jurídica, Santiago 1992 , pp. 335-337.