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Conclusiones

Nos parece importante destacar, en primer lugar, que los movimientos obreros de inicios del siglo XX y sus huelgas fueron fundamentales para las conquistas sociales, el reconocimiento y la funcionalidad de las negociaciones colectivas entre obreros y empresarios que marcaron 5 décadas de desarrollo del capitalismo en América latina. Los Estados de bienestar y keynesiano constituyeron modelos de desarrollo capitalista que se caracterizaron por el ejercicio del control social mediante políticas públicas distributivas y hasta redistributivas que buscaron aumentar el poder adquisitivo y la calidad de vida de los trabajadores y disminuir su adhesión a movimientos obreros radicalizados o revolucionarios.

Dicha distribución disminuyó considerablemente la conflictividad social a costa de reducir también la ganancia de las empresas. Esta contradicción es resuelta por medio de otros hechos y períodos de represión sangrienta. Los regímenes autoritarios de tipo burocrático—militar establecieron el marco político—autoritario requerido para la implementación del modelo neoliberal que tiene una nueva cualidad respecto del ejercicio del control social. El neoliberalismo puede prescindir de políticas distributivas y considera disfuncional los sindicatos y las negociaciones colectivas. Sus mecanismos de disciplinamiento radican principalmente en las relaciones laborales marcadas por la incertidumbre y la precariedad.

De esta manera estamos hoy vivenciando una realidad que presenta muchas similitudes con las condiciones de vida y relaciones laborales de los obreros que se sacrificaron por una vida mejor en una sociedad caracterizada por la injusticia social. La principal diferencia entre los obreros salitreros y los actuales es, sin embargo, la falta de cohesión ideológica y organizativa, de conciencia y voluntad para emprender una lucha por (re) conquistar el compromiso social del Estado. En lugar de ello predomina hoy un pensamiento único neoliberal, expresado por ejemplo en el consumismo, el endeudamiento, el rechazo a la política y a los políticos, la desconfianza a las instituciones democráticas, el aislamiento detrás de las rejas y alambradas electrificadas de la seguridad ciudadana y la fragmentación identitaria y social.