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fueron transferidos recursos financieros; esta vez hacia los países latinoamericanos, con el objetivo de reactivar sus economías, de posibilitar reformas educacionales y la democratización y, sobre todo, para financiar una reforma agraria. Esta “Alianza para el Progreso” tuvo un importante impacto en la capacidad combativa los movimientos revolucionarios y disminuyó sus bases entre obreros y campesinos.

Las políticas distributivas se convirtieron en un principio fundamental para la Iglesia Católica que sufrió una transformación doctrinaria a raíz delos acontecimientos políticos de los años 50 y 60.[1] Sin embargo, sus orígenes pueden ser observados en la encíclica “Rerum Novarum” del Papa León XIII del 1891. Este contemporáneo de Bismarck se había visto forzado a dar respuesta a la emergente cuestión social tal como lo debieron hacer sus sucesores Pío XI a las condiciones laborales con “Quadragessimo anno” (1931) y Juan XXIII a la situación del campesinado en “Mater et Magistra” (1961). Pero no fue sino recién durante el Concilio Vaticano II (1962-65) y en la Conferencia Episcopal de Medellín (1968) que la Iglesia Católica desarrolló su Doctrina Social tomando claramente la “opción por los pobres” emprendiendo la lucha por la superación de la pobreza y la miseria de gran parte de la población para recuperar la paz de las sociedades latinoamericanas. Mientras la institución eclesiástica dio un ejemplo y repartió tierras de su propiedad a campesinos pobres, iniciando así la reforma agraria, otros sacerdotes interpretaron la Doctrina Social de una manera más radical y desarrollaron la Teología de la Liberación, llegando incluso a integrar movimientos insurreccionales. La “Revolución en Libertad” de Eduardo Frei Montalva es la expresión nacional de esta redistribución de riquezas a escala continental representando un conjunto de reformas destinadas a mitigar la pobreza y a mantener el control social.

Durante más de un siglo los Estados recurrieron a políticas públicas distributivas y redistributivas y lograron disminuir el descontento y la radicalidad de las exigencias y formas de lucha de los movimientos obreros, sacrificando una parte considerable de sus riquezas. Pero la situación comenzó a cambiar a finales del 1973, no por el Golpe de Estado en Chile, sino porque se agotó el modelo de desarrollo que albergó el Estado de Bienestar. Noreena Hertz expresa muy bien como “[...] desde finales de los años setenta, Keynes, cuyas enseñanzas había adoptado prácticamente todo Occidente con la intención de reconstruir un mundo aniquilado por la guerra y crear un sólido bloque capitalista que sirviera de baluarte contra el comunismo, quedó relegado a una nota de pie de página de la historia.”[2]

Para los neoliberales, la teoría keynesiana demostró su ineficiencia y le atribuyeron a la intervención estatal en la economía toda

  1. Christo, Carlos Alberto Libânio: “Fidel e a religião. Conversas com Frei Betto”, Ed. Brasiliense, São Paulo 1987; Krumwiede, Heinrich-W.: “La transformación del papel sociopolítico de la Iglesia Católica en América Latina”, Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS), Santiago 1971.
  2. Hertz, Noreena, op.cit.