en la provincia iraní de Gilán. Todas ellas tuvieron una duración de pocos meses antes de ser derrotadas. El modelo de los soviets volvió a implementarse en las más diversas organizaciones y conflictos. Así los trabajadores que se resistieron al socialismo “real” en Hungría en 1956 se inspiraron en modelos democráticos basados en concejos de trabajadores. El sindicato y movimiento opositor “Solidaridad” en Polonia en 1989 tuvo características similares pero no utilizó este nombre y en el contexto de la caída del muro de Berlín los opositores al socialismo de la República Democrática Alemana (RDA) se reunieron en “mesas redondas” inspirados en el principio de la democracia directa. Sin embargo, a pesar de tener similitudes con el espíritu del socialismo libertario, todos estos movimientos más recientes fueron instrumentalizados y su oposición no convirtió el socialismo “real” en uno más libertario, sino facilitaron la trasformación de la economía social de mercado, predominante en el capitalismo europeo, en una economía neoliberal que borró en pocos años los logros del movimiento obrero internacional conquistados a lo largo de casi un siglo.
El legado de los movimientos obreros de comienzos del siglo XX
Hace más de un siglo, la apropiación del excedente generado por el trabajador producía la pauperización de la clase obrera y su toma de conciencia, fenómenos que unidos provocaban —sobre todo en tiempos de crisis económica— potencial de resistencia y de rebelión. Esta situación ya había sido reconocida por actores políticos astutos como el Canciller alemán Otto von Bismarck, quien a fines del siglo XIX implementó políticas públicas de carácter distributivo con el objetivo de disminuir las tensiones políticas, de apaciguar los conflictos entre capital y trabajo y de disminuir el potencial revolucionario de los movimientos de la clase obrera. Estas medidas dividieron a los trabajadores en algunos con un considerable bienestar, identificados con el Estado y muchas veces contratados por él, y aquellos que siguieron trabajando y viviendo en condiciones infrahumanas, severamente reprimidos y con organizaciones sindicales debilitadas por el nacimiento de este Estado de Bienestar o welfare state.[1]
La institucionalización de las medidas de caridad destinadas al control social no logró impedir la radicalización del movimiento obrero a comienzos del siglo XX, como podemos observar en el recuento
realizado en el primer acápite. Sin embargo, el reconocimiento de la cuestión social por parte de los gobiernos latinoamericanos augura la crisis del movimiento anarco-sindicalista latinoamericano que llega a su máxima expresión recién con el surgimiento de los regímenes populistas en el subcontinente a partir de los años 1940. En los años 1920, sin embargo, y como consecuencia de las huelgas radicalizadas y muchas veces brutalmente reprimidas, se
- ↑ Meny, I./ Thoening, J.—C.: “Las Políticas Públicas”, Ariel Ciencia Política, Barcelona 1992.