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Figueroa Alcorta no dudó en reprimir fuertemente a los sindicatos y a los habitantes de los conventillos movilizados. El coronel Ramón Falcón abrió fuego contra un acto masivo convocado por la FORA, asesinando a 12 obreros. La capital argentina estuvo paralizada durante una semana, que pasó a la historia como la “semana roja”. Poco después Falcón fue víctima de un atentado perpetrado por un joven anarquista de sólo 18 años, al igual que otros asesinos de obreros en el mundo que corrieron la misma suerte.[1]

También en Uruguay, los anarquistas ejercieron influencia desde fines de siglo XIX, especialmente a través de su Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU). Una de sus más importantes huelgas fue la de los trabajadores de las canteras de conchillas en Colonia en 1914. A pesar de haber asumido José Batlle y Ordóñez, presidente nacionalista y anticlerical muy adelantado a su época, quien promulgó las primeras leyes laborales con importantes aportes a los derechos de los trabajadores, así como a los jubilados y reconoció los primeros derechos civiles al pueblo, lo que le hizo ganar al país el apodo de “Suiza de América”[2], no dudó en reprimir fuertemente los movimientos huelguistas de los trabajadores organizados.

Bolivia no contó con los movimientos migratorios que marcaron los movimientos obreros en el Río de la Plata. Al contrario, el proletariado boliviano, salvo de nutrirse del intercambio con los obreros del norte chileno y argentino, se constituyó de manera autóctona. Su característica principal es la compenetración mutua con los diversos movimientos indígenas del país. El sector más fuerte del proletariado fue, sin duda, el minero seguido por el de los trabajadores gráficos, fenómeno que se repite en varios países como veremos más adelante.

El presidente Bautista Saavedra Mallea (1921-1925) gobernó con amplia base popular y mediante su “Revolución Popular” introdujo una serie de reformas, entre ellas las primeras leyes laborales, que buscaron disminuir el apoyo al proletariado radicalizado y amortiguar su impacto.[3] Lejos de alcanzar su cometido los conflictos con el movimiento obrero se agudizaron y en 1923 se produjo uno de los conflictos más significativos en la historia obrera boliviana. Debido a que los dueños de las mineras les negaran el reconocimiento a la Federación Obrera Central Única, seis mil mineros se alzaron y el gobierno respondió con la declaración de la Ley marcial con el resultado de 7 obreros asesinados. Desde este momento las organizaciones mineras constituyen la vanguardia indiscutida del movimiento sindical boliviano,[4] situación que se explica por el significado que este sector tiene para la industria nacional hasta hoy.

El movimiento obrero peruano se fortaleció durante el Gobierno

  1. Pigna, Felipe: “Los mitos de la historia argentina”, Editorial Planeta, Buenos Aires 2005.
  2. Abdala, Alberto Washington: “Crónicas del Batllismo histórico”, Editorial Universitaria, Montevideo 1992; Millot, J./ Bertino, M./ Bertoni, R./ Tajam, H.: “La economía del primer Batllismo y los años veinte. Auge y crisis del modelo agroexportador (1911-1930), Instituto de Economía, Montevideo 2005.
  3. Valencia Vega, Alipio: “Historia Política de Bolivia”, Librería Editorial Juventud, La Paz 1986.
  4. Vitale, Luis, op. cit., p. 59.