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más violenta que termina con la muerte de Yuan Shikai.[1]

En Europa una serie de confrontaciones violentas entre republicanos radicales y anarquistas catalanes y el ejército español culminaron en la “semana trágica” de Barcelona. El primer ministro español había emitido una orden para movilizar a 40 mil reservistas del ejército para reforzar las tropas coloniales en Marruecos, lo que gatillo el levantamiento en Barcelona y otras ciudades de Cataluña.

La guerra de Marruecos tenía como propósito defender la Sociedad Minera de Melilla ante los ataques armados de los cabiles (al qabail), tribus bereberes del norte de Marruecos, por lo que fue interpretada por la clase obrera catalana como una guerra en defensa de intereses económicos de una clase y no de los intereses nacionales. El 23 de julio 1909 doscientos soldados españoles murieron en una emboscada originando una ola de protestas por parte de agrupaciones anarquistas, antimilitaristas y anticolonialistas y el sindicato Solidaridad Obrera, liderado por anarquistas y socialistas, convocó a un paro general en la capital catalana para el día lunes 26 de julio 1909. Al día siguiente los trabajadores organizados levantaron barricadas y se tomaron la ciudad. El día jueves de la misma semana la ciudad estaba sumergida en una violencia generalizada dirigida contra la clase dominante y el clero. Las tropas buscaron reestablecer el orden, disparando contra los manifestantes y el Gobierno decretó la Ley Marcial. Sin embargo, los reservistas catalanes se negaron a disparar contra sus compatriotas, obligando al Gobierno a movilizar tropas de Valencia, Zaragoza, Pamplona y Burgos para derrotar a los rebeldes.

La “semana trágica” de Barcelona provocó 8 bajas y 124 heridos entre las fuerzas policiales y 104 muertos y más de 250 heridos entre los trabajadores alzados. Más de 2.500 personas fueron detenidas, 59 de ellas sentenciadas a cadena perpetua, 17 de ellas a pena capital y 5 fueron ejecutadas. Entre ellas el pedagogo y fundador de la Escuela Moderna, Francisco Ferrer, a quien se le acusó haber liderado el levantamiento. El estado de excepción constitucional rigió hasta noviembre del mismo año, diarios de agrupaciones anarquistas y nacionalistas de izquierda así como centros culturales obreros fueron clausurados y más de 100 colegios laicos fueron cerrados. La política colonial española no sufrió cambio alguno y tampoco se produjeron reformas al sistema político.[2]

Las guerras, y especialmente las derrotas militares, son el caldo de cultivo del descontento y de la explosividad social de la época. A fines de la Primera Guerra Mundial tanto las tropas alemanas, cansadas de combatir por intereses ajenos, como la población, desilusionada con el Gobierno imperial, esperaron el fin de la guerra mientras la comandancia de la Marina Imperial se preparó para enviar su flota a una última batalla contra la Royal Navy en

  1. Mende, Tibor: “Die chinesische Revolution”, Verlag DuMont, Colonia 1961.
  2. Sevilla Andrés, Diego: “Historia política de España (1800-1967)”, Editora Nacional, Madrid 1968, pp. 336-227.