y diferencias, venidas del exterior, del tiempo que hace algunos días, de la temperatura, de la luz externa. Este tipo de sensaciones renueva al espiritu musical (”e| violín interior”) y así comienza el canto, sin saber, sin reconocer al principio lo que cantamos (V, 25), (lll, 25-26). Como se ha visto, Merleau-Ponty desprende de Proust la posibilidad de una idealidad que no sea ajena a la carne, al ”enrol|arse de lo visible en el cuerpo vidente". "La idea musical, la idea literaria, la dialéctica del amor, los modos de exhibición del sonido y del tacto", o, como también dice el filósofo francés, "la noción de luz" y, según la expresión de Proust, "la idea de la inteligencia" son del tipo de la pequeña frase y, como ella, no se agotan en sus manifestaciones, pero tampoco tienen un ser propio en sí mismas, al modo de entidades substanciales. De ellas cabe una especie de comprensión pre-reflexiva, que actúe sin influencia del hábito y del razonamiento usual, puesto que el explicitarse de la idea no es más que una "versión de segunda mano, un derivado más manejable" del darse de la idea para su comprensión originaria, sin contraposición de sujeto y objeto'°9. lnsiste Proust en la música como forma de comunicación originaria, esencial, puesto que lleva a la madrugada-ideal, a lo común en las madrugadas, a la idea de madrugada. Las modificaciones musicales interiores reconstruyen el mundo exterior, como ocurre en la interpretación musical del héroe de los pregones callejeros. Esta renovación del mundo exterior por la música es necesaria porque el "violin interior", “la cuerda vibrante", el espíritu musical que nos conduce a la esencia, ha sufrido el efecto de supresión de "la goma de borrar del hábito”. Y así, una atmósfera antigua y fresca es respirada por el héroe, como Orfeo "el aire sutil, desconocido en esta tierra, de los Campos Eliseos” (V, 30), (lll, 30). Tenemos acceso a dos mundos: el insustancial de la realidad aparente y el mundo del arte de Vinteuil, de Elstir, de Bergotte. Las obras musicales que parecen dirigidas al oído solamente requieren, sin embargo, del pensamiento, y la inteligen- cia colabora con los sentidos. Introduce Proust otra acepción de inteligencia, frente a la inteligencia que reduce la obra a las leyes _de lo ya conocido. Por esta colaboración, Albertina es transportada, como Orfeo, de un mundo a otro, y al escapar de la presión de la materia, Albertina se enriquece, en el mundo de "los fluidos espacios del pensamiento” y al ser vista en la perspectiva de la imaginación y del arte (V, 59), (lll, 56). 78 La música es un fenómeno del espíritu cuya fuente se halla en las variaciones
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