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Poesías de Cuellar. — 75

Despliégase en ocaso de amatistas
Topacio y lapizlázulis un chal,
Que borda de oro el sol desde los cielos
        Cuando las nubes pinta
De múrice y granate singular.

Viene la noche, y sus crespones negros
Tremola el aire y se oscurece el mar.
Bóveda y ondas piérdense en los pliegues
        Del cortinaje inmenso
En la más espantosa soledad.

Apena el ojo en vaguedad penosa
Distingue algún contorno en su anhelar;
Parece que camina el pobre barco
        Á su destino póstumo
Ya en el abismo de la eternidad.

Pero si alguna brisa bienhechora
Arranca algún girón á aquel cendal
Y amontonando nubes sobre nubes,
        Deja ver un instante
Del cielo la infinita claridad;