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300 — Poesías de Cuellar.

Jazmín que naces ufano
Y que te meces galano
En ese vergel frondoso...
¡Ay! al tocarte, la mano
Siente el áspid venenoso.

Genio ciego, incomprensible,
Que adormeces la razón
Para saciarle insensible
En el tormento terrible
De este pobre corazón.

¡Quién pudiera adivinar
Al través de esa ilusión.
Que al erigir un altar
A la mujer, hay que dar
A un infierno el corazón!

Porque es muy triste ¡Dios santo!
Posar la mano en un cielo,
A la mujer amar tanto,
Y al fin, verter nuestro llanto
Sobre un corazón de hielo.

No pensar que en los dolores
El alma tal vez sucumba,
Embriagarse en los amores
Y... arrojar fragantes flores
Sobre el mármol de una tumba.