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Poesías de Cuellar. — 299

Hasta que de gozo henchido
Siente el corazón la pena,
Y de cansancio rendido
Hay en el pecho escondido
Tósigo que lo envenena.

Se siente luego el desvío
Y la molicie y la duda
Clavando saeta aguda,
Y en desgarrador hastío
El dulce placer se muda.

Incomprensible vaivén
Entre el placer y el tormento,
Sueños de encantado edén,
Pero que encierran también
El gérmen del sufrimiento.

Vaga impresión que la mente
Halaga y al alma envía
A surcar tranquilamente
El íris resplandeciente
De la férvida poesía.

Misterio grato, visión
Blanda y halagüeña y pura,
Présaga de la ventura
Que encubre con la ilusión
El cáliz de la amargura.