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298 — Poesías de Cuellar.

Y en el tranquilo horizonte,
Do la aurora se meció
Y su tibia luz mandó
Sobre la cima del monte,
El huracán se agitó.

Y entonces el pecho siente
Una sed devoradora,
Y cruza por nuestra mente,
Risueña, resplandeciente,
Una visión seductora.

Delira el alma y al fin
Un hermoso serafín
Nos brinda con los placeres:
Penetramos al festín
Y amamos á las mujeres.

El amor y la armonía,
El vino con sus excesos,
Al alma loca desvía;
Las danzas y la alegría,
Las caricias y los besos.

Y van corriendo veloces,
Como las ondas sonoras,
Las horas tras de las horas
En medio de muchas voces
De placer murmuradoras.