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290 — Poesías de Cuellar.

Yo oí una voz, un eco melodioso
Que te ensalzó en las bóvedas del templo:
Nunca te vi tan grande y poderoso
Cual en este recinto te contemplo!

¡Ah! por eso al dejar esta caverna,
Negra como la noche de la duda,
Sólo pensaba en tu bondad eterna,
Sólo pedí tu celestial ayuda.

Y por eso con fé, con entusiasmo,
Al olvidar fantásticas ideas,
Cuando no me abrumó siniestro pasmo
Exclamé al ver la luz: «¡Bendito seas!»