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282 — Poesías de Cuellar.

Que sin piedad oprime su garganta.
En su terrible y larga desventura,
Las abatidas sienes no levanta,
Y llora triste sus agudas penas
Al monótono son de sus cadenas!

Lentas fueron las horas de agonía,
Tan lentas cual las horas del que pena;
Ya el tiempo tardo indiferente unía
El cuarto siglo á su eternal cadena.
¿Pero tanto baldón soportaría
Aquél que amó la libertad serena?
¡Oh cual latió, de encono soberano
El noble corazón del mexicano!

¡Libertad! exclamó la voz de un hombre,
Y denodado, intrépido y valiente
De esa sagrada libertad en nombre,
Arroja el guante á la española gente
Así adquiriendo perennal renombre.
¡Libertad! repitió: súbitamente
Se difunden do quier allá en Dolores
De libertad los férvidos clamores.

Cual los hijos del águila altanera
Que entre los musgos de maternos nidos,