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Poesías de Cuellar. — 239

Los pálidos relámpagos serpean
Con fosfórico brillo; del torrente
        Las rápidas ondean,
Truena la tempestad sobre mi frente;
Y allá hasta el centro de la negra nube
Mi pensamiento á deleitarse sube....

Á deleitarse, sí; que esos vapores
Que lleva el viento en revoltosos giros,
        Hablan á mis dolores
Y del bardo recogen los suspiros:
Esas nubes también, como mi alma,
Después del rayo gozarán la calma.

¿Por qué tiemblan cual míseros gusanos
Los hijos del placer y los amores,
        Los ricos cortesanos,
Al escuchar los vientos bramadores?
¿Por qué se entregan á letal desmayo
Cuando en el éter se desprende el rayo?

¿Y por qué os ocultais tras las cortinas
Y cerrais vuestras góticas ventanas,
        Cobardes mesalinas,
Más hechiceras cuanto más livianas?