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Poesías de Cuellar. — 233

Al embate de fieros aquilones.
¡Mirad! mirad su copa blanquecina;
Nieves envuelven el desnudo tronco...
¡Ay! que un invierno al corazón le espera
Y al capricho falaz de la fortuna Así como las hojas,
Las ilusiones caen una por una.
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¡La soledad! la soledad tan solo
Presta alivio á mi pecho:
Aquí me place estar con mis dolores,
Aunque en lugar de flores
De mústias hojas me destienda un lecho.
Y pláceme que el viento
Una en lúgubre acento
Mi desolada queja,
Al ingrato graznar de la corneja.
Pláceme oír en vez de los sonidos
Dulcísimos del aura.
El cierzo que suspira
Y entre los troncos y las zarzas gira;
Y me place que en vez de los sonoros
Trinos de ruiseñor en la enramada,