¿Es cierto, Dios Eterno? El que ha vertido
Sobre el orbe torrentes, el que un día
El ancho mar llenara,
El que á su voz mirara sumergido
Al mundo entre las aguas... ¡Raza impía!
Oíd, oíd, su acento que murmura:
«Padre mío, ¿por qué me desamparas?»
Solo!... ¡solo! El que ordena en los confines
Del empíreo millares
De jerarquías de su mando avaras,
De arcángeles y bellos serafines...
¡Solo el Señor cercado de pesares!
¡Silencio! ¡Prosternaos! negros vapores
Torvos encubren el zafíreo cielo!
La luz se debilita,
Desátanse los vientos bramadores,
Y á la penumbra que circunda el suelo
Vése la tierra del Señor maldita.
Y surcan los relámpagos la esfera
Y en las tinieblas lóbregas serpean:
Pavorosos resuenan
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Poesías de Cuellar.