Sí; la ilusión de la mujer que amara
Se ha trocado en crudísimo martirio,
Y los momentos de placer y gloria
En horas ¡ay! de matador hastío.
Marasmo por doquiera, horrible tedio,
Sombras no más de aquel Edén perdido.
Nublan mi porvenir como la bruma
Que entolda los espacios de zafiro.
¿Y he de arrastrar mi vida como arrastra
Pesados hierros infeliz cautivo,
Cual tosca cruz á cuyo enorme peso
Me quede á la mitad de mi camino?...
¡Ayer, ayer! imágen de mi gloria!
Tibio reflejo del deleite mío,
Crepúsculo fugaz, del arpa de oro
Encantador y postrimer sonido!
Si ya no has de volver, si en ese oscuro,
Horrible y profundísimo vacío
Las horas que pasaron se sumerjen.
Perdiéndose en sus senos infinitos;
¿Dónde hallaré la paz? ¿Acaso pueda
Vivir sin fé? vivir es un suplicio;
Vogar en este océano borrascoso,
Sin velas ni timón, al albedrío
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Poesías de Cuellar.