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Poesías de Cuellar. — 127

El miserable huérfano que pena
        Sin tregua á su aflicción,
La voz con que la vida lucha ansiosa,
La voz que está clamando en Santa Elena:
«¡Aquí está Napoleón!»

Es esa voz terrífica que aduna
El crimen, la virtud, el gozo, el llanto
        En rara confusión,
Y lleva sin cesar una por una
Del mundo al solitario camposanto
        Las galas del amor.

El vago resonar de la campana,
Del triste coro las sentidas preces,
        Los gritos de dolor.
Eso es ¡oh muerte! la lisonja vana
Con que siempre de gozo te estremeces,
        Es esa tu ovación.

¡Ah! yo sé que mis sueños de ventura.
Mis ilusiones de feliz poeta,
        Y mi encantado Edén,
Debajo están de tu guadaña dura;