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Poesías de Cuellar. — 123

Estéril panteón en cuyo suelo
Sembrado de osamentas blanquecinas
        Se arrastra el huracán;
¡Oh cuánto acreces mi profundo anhelo
Al contemplar tus lúgubres ruinas
        En calma y soledad!

Amo tu paz, porque á la mente inspira;
Amo la sombra que me presta amante
        Tu lánguido saúz;
Y aislado y libre el corazón suspira
Al espirar del astro rutilante
        La moribunda luz.

Aquí yacen los restos de los hombres
Que ayer llenos de vida y alegría
        Bebieron el placer.
¿Qué queda de esos seres? vanos nombres
Que se escribieron en la losa fría;
        El himno del no ser.

Dintel de la existencia, mudo asiento
Del orgullo del hombre, tumba helada,
        Espantoso lugar:
¿Quién al poner su osado pensamiento