Estéril panteón en cuyo suelo
Sembrado de osamentas blanquecinas
Se arrastra el huracán;
¡Oh cuánto acreces mi profundo anhelo
Al contemplar tus lúgubres ruinas
En calma y soledad!
Amo tu paz, porque á la mente inspira;
Amo la sombra que me presta amante
Tu lánguido saúz;
Y aislado y libre el corazón suspira
Al espirar del astro rutilante
La moribunda luz.
Aquí yacen los restos de los hombres
Que ayer llenos de vida y alegría
Bebieron el placer.
¿Qué queda de esos seres? vanos nombres
Que se escribieron en la losa fría;
El himno del no ser.
Dintel de la existencia, mudo asiento
Del orgullo del hombre, tumba helada,
Espantoso lugar:
¿Quién al poner su osado pensamiento
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Poesías de Cuellar.