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Poesías de Cuellar.

No te pese trocar la selva umbría
Por tu dorado asilo;
Que aquí siempre tendrás, paloma mía,
El corazón tranquilo,
Y aquí no más de la fugace vida
Encontrarás la paz apetecida.

Dime, Lesbia, mi bien, ¿por qué suspiras;
No sabes en el mundo
Lo que el brillo y la pompa son? ¡mentiras!
Un cenagal profundo
De vicios es, donde en perpetua farsa
Bulle la loca mundanal comparsa.

Allí al impulso de amoroso fuego,
Avaro de delicias.
El hombre busca, delirante, ciego,
De otro sér las caricias;
Pero bien pronto el corazón vacío
Solo siente, infeliz, árido hastío.

Allí el amante que de amor delira.
Artero, fementido.
Contra el honor de su beldad conspira;