Va descorriendo ceniciento manto
Ante la luz del día.
La niebla se levanta lentamente
Del lago manso á la gigante cumbre,
Y forma un cortinage transparente,
Del que á través se mira en Occidente
Del astro rey la moribunda lumbre.
¡Oh, qué me place contemplar del día
La última luz sobre el opuesto monte,
Y de grana teñido el horizonte,
Donde la noche umbría
Extenderá su negra colgadura.
¡El sol! ¡el sol! de Dios inmensa tea,
De Dios tan solo portentosa hechura.
Que al descender de su encumbrada altura
En un mar de zafir se enseñorea.
¡El sol! ¡astro magnífico! el destino
Constante que te guía por la esfera,
Es la mano del Solo que pudiera
Pararte en tu camino....
En tu camino.... ¡ay triste! ¿y qué sería
Del pobre mundo sin tu lumbre pura?
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Poesías de Cuellar.