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traba sobre la mesa, no sin que Herculano protestara a veces de aquel allanamiento de morada , en paréntesis á largas y sabrosas conversaciones, interrumpidas por la lectura de algún trabajo que don Pedro quería conocer, ó de algún manuscrito de éste, que era un notabilísimo escritor.

Tanto hemos hablado de los dos amigos que, a pesar de lo que llevamos dicho, ha de haber quien, no comprendiendo bien la clase de amistad que les unia, la traduzca por el lado común de las relaciones entre reyes y privados.

Don Pedro tenia empeño , pero poca esperanza, de que aceptara Herculano la cruz de la Torre y Espada. Firmado el diploma, mandó que le llevaran á casa del historiador á una hora determinada; á esa hora el rey se había instalado en su sillón y el escritor estaba de pie, apoyado de codos sobre la mesa, complaciéndose en oír lo que don Pedro le contaba. En esto vió, por la ventana de que hemos hablado, llegar a caballo, según costumbre en Lisboa, un correo del ministerio, y se lo advirtió al rey como se anuncia la presencia de un importuno. El correo entró en el gabinete con la gorra en una mano y un pliego en la otra, saludó y se dirigió hacia Herculano: don Pedro, que ya se había levantado del sillón, se interpuso, cogió el pliego, y leyendo el sobre, se le- alargó á su amigo, diciéndole:

—Perdonad; creí que era para mi, pero me he equivocado; recibid de mi mano lo que viene dirigido á vos.

— No tal, contestó Herculano sin recoger el pliego; en vuestras manos está bien para que vuelva al sitio de donde ha salido; yo no gusto de tocar esas cosas.

Don Pedro despidió al correo y reconvino cariñosamente al escritor; éste le dijo:

—No hablemos mas de eso, yo tengo bastante condecoración con la que me cruza la cara y con el afecto de V. M.

La condecoración que le cruza la cara es una terrible cuchillada que recibió en el sitio de Oporto peleando por la libertad.

Mucho tiempo después, esplicando por qué rechazaba la cruz de Santiago que le ofreció el rey don Luis, Herculano decía en una magnífica carta dirigida al Jornal do Commercio:

«Pertenezco por la cuna á una clase oscura y modesta; quiero morir como nací. Hay en esto una gran ambición solapada. En medio del inmenso consumo que se está haciendo, que se ha hecho, treinta años hace, de distinciones, de cintas, de insignias, de uniformes bordados, de títulos, de grados, de tratamientos, de rótulos nobiliarios, el hombre del pueblo que quiera y pueda morir con esa clasificación, debe adquirir en menos de medio siglo una celebridad estraordinaria...

«No soy comendador de la Torre y Espada.

»El rey, el señor don Pedro V... me buscó un día pira pedirme un favor, según él decia. Era que aceptara la con decoración. Me negué, y con la sinceridad que siempre encontró en mí, le espuse ampliamente los motivos de mi negativa. Aquel gran espíritu, mezcla de estrema dulzura, comprensión y de profunda sentimiento, discutió sin irritarse las razones, tal vez demasiado rudas, que le espuse, concluyendo por decirme, que cada uno de los dos podía proceder en aquel asunto en armonía con sus convicciones. Que él cumplía con lo que consideraba un deber de rey y que yo hiciese lo que la conciencia me dictara.

«Como los demás hombres, los reyes, aunque se llamen don Pedro V, están sujetos á apreciar mal las personas y las cosas. Ni yo valia lo que él suponía, ni la cruz valia nada.

Lo que valia mucho, á pesar de su inocente error, era ese mozo de veinte y cuatro años, ese hijo de don Juan I, don Duarte, trasportado al siglo XIX, viniendo á pedir como un favor, al hijo del pueblo, que le aceptase una merced, porque entendía que el deber le obligaba á eso.

»Si la Providencia reserva, en lo sagrado de sus decretos, redención y renovación para este pais, será porque todavía haya sabido hallar en sí lágrimas abundantes y sinceras, para verterlas sobre el ataúd de aquel mártir.

Ese es el retrato de nuestro hombre, hecho por su propia mano: ¿se sabe de algún contemporáneo que le aventaje en austeridad de carácter? El ha sido invitado con repetición á entrar en el gobierno, y ya puede calcular el lector la res puesta; él ha entrado en la Cámara de Diputados y á los seis dias se ha despedido de ella; él ha tenido muchos compromisos para egercer funciones oficiales, y solo ha aceptado el trabajar activamente en la formación del Código civil.

Una vez fue elegido diputado por un distrito que no era el suyo, y al renunciar el cargo, dirigió á los electores una notabilisima carta, que debiera leerse constantemente en las juntas preparatorias electorales del mundo entero.

Ese mal ciudadano, de quien el insigne Macaulay ha dicho las frases que ponemos por epígrafe á este artículo, ha sido llamado á ocupar un puesto en el Instituto de Francia, en la Academia de Madrid, Bélgica, Filadelfia y otras muchas, como su busto en las universidades de Alemania y su nombre en cuantas obras modernas de cierta importancia, sobre ciencias históricas, han aparecido en Europa.

De sus obras no hemos de hablar siquiera, ni aun para citarlas, porque nuestro atrevimiento no pasa del propósito de presentar al pais, donde ni siquiera se le conoce de nombre al primer ciudadano de Portugal.

Faltó el noble espíritu de don Pedro V, carácter austero, serio y observador como el de Herculano; separáronle las dos almas que se afianzaban en las aspiraciones á la libertad, en el conocimiento de las cosas y los hombres; desapareció el rey, apenas entrado en el mundo, pero dotado de una inteligencia precoz y un genio maduro antes de tiempo, que le decia que el profundo historiador tenia un corazón capaz de comprendere! suyo y de animarle á seguir la senda de la regeneración social, y el desaliento de Herculano fue completo, declarando que era una esperanza perdida para la regeneración de Portugal.

Entonces fué á Santaren, en un día en que subastaba una finca rural; se presentó en el remate y nadie de los que estaban en él quiso hacer postura á la granja que deseaba comprar Herculano. Quedóse con ella y se retiró á Valdeloves, á tres leguas de la ciudad, dedicándose con gran ardor á pro pagar el conocimiento teórico y práctico de la ciencia agrícola.

Herculano es el único escritor que en Portugal ha obtenido de sus obras una renta con qué vivir, y no porque haya sido avaro en exigir el pago de ellas; si tuviéramos mas espacio, contaríamos menudamente el acalorado diálogo que medió entre el historiador y su honradísimo editor; el primero sosteniendo que su obra valia menos de lo que le ofrecían; el segundo contestándole que no imprimía la obra si no se fijaba la cantidad que señalara él , que era quien tenia competencia para ello.

La Historia ha alcanzado ya los honores, nunca vistos en Portugal, de una quinta edición. Con ella y con las demás obras, Herculano ha conseguido, escribiendo desde un rincón de la península y en una lengua apenas conocida fuera de ese rincón, llenar el mundo con su nombre.

Terminaremos con una verdad que parece una paradoja: el que quiera conocer por vez primera la Historia de España, que lea la Historia de Portugal por Alejandro Herculano.

Rosi.

INAUGURACION DEL CANAL DE SUEZ.

Como habíamos ofrecido, publicamos en este número los grabados relativos á la inauguración del canal de Suez, que el distinguido dibujante don Ramón Padró ha tomado del natural para nuestro periódico. Para esplicar el significado de cada uno, necesitamos reproducir algunos fragmentos de las notabilísimas cartas que en La Epoca ha publicado el ilustrado escritor don José de Castro y Serrano. La serenata á la emperatriz y la inauguración del Canal se hallan en estas cartas descritas de una manera admirable. Para la esplícacion de los demás dibujos nos valdremos de datos no menos fidedignos. Empecemos por la

BENDICION DEL CANAL.

El grabado que publicamos en la primera plana representa este solemne acto de la inauguración del Canal. Las fiestas comenzaron con ceremonias religiosas al aire libre que celebraron los ulemas musulmanes y los sacerdotes católicos. Esta última ceremonia terminó con la bendicion del canal y un discurso de Mons. Rauer, capellán de la Emperatriz. Monseñor Bauer felicitó á los que asistían á la terminación de la obra y dió las gracias al khedivé que ha inmortalizado su reinado con su cooperación en una de las mas grandes empresas del siglo.

El orador se estendió después sobre la completa libertad concedida á los cristianos por el Soberano de Egipto, y dió las gracias á la Emperatriz Eugenia por la profunda simpatía que ha manifestado por la obra, á Mr. de Lesseps por los perseverantes esfuerzos que han asegurado la terminación del canal, y á los principes y representantes de las diversas potencias estranjeras por su presencia en estas fiestas.

«No cesó de reinar el mayor entusiasmo, hallándose presentes el khedivé y sus ministros, la Emperatriz Eugenia, el Emperador de Austria, los príncipes de Prusia, de Holanda y de Hesse, y los representantes de todas las naciones así como un inmenso concurso de personas distinguidas.»

AGUJA DE CLEOPATRA

El grabado representa uno de los obeliscos de Alejandría, impropiamente llamados Agujas de Cleopatra.

A propósito de las antigüedades de la ciudad fundada por el gran Alejandro, dice el Sr. Castro y Serrano:

«¿Qué se hicieron los palacios y los jardines de Cleopatra, de esa hechicera de Marco Antonio?—Nada existe. La torre del faro, atribuida falsamente á su iniciativa de construcción y á su buen gusto, pues costó 60 millones de reales, está enterrada entre los escombros de la isla que le sirvió de nombre; solo allá en la altura sobre el puerto, se conservan en pié dos jigantescas pirámides, restos de construcción de algún edificio fastuoso; y á esas esbeltas moles, que desafian aun la inclemencia de los tiempos, se las llama por el vulgo de Alejandría las Agujas de Cleopatra.»

Una de ellas es la que aparece en nuestro grabado.

La columna que representa el que sirve de pendan! á le Aguja de Cleopatra, es conocida con el nombre de

COLUMNA PE POMPEYO.

Fue erigida en honor del emperador Diocleciano, por un prefecto del Egipto. Es de granito rosa y se encuentra á la entrada de Alejandría por la parle del canal de Mahamut. Tiene 114 piés de elevación y se compone de tres cuerpos, la base, la caña y el capitel. La caña sola tiene 90 piés de longitud por 9 de diámetro.

PASO DE LA «BERENGUELA» POR EL CANAL DE SUEZ.

El paso de la fragata española Berenguela por el canal marítimo de Suez es tan importante, que bien merece detenido artículo con todo género de pormenores que den á conocer tan notable acontecimiento.

Entre tanto, y mientras llega el número próximo de La Ilustración, diremos que no ha podido ser mas cordial la acogida que nuestros marinos han hallado en Egipto. Cuan tas dificultades se presentaban—que no fueron pocas—quedaron orilladas, merced al celo de Mr. Lesseps y del comandante de marina Mr. Paul Pointel.

Este piloteó con la mayor inteligencia nuestra fragata, sacándola á salvo de los tremendos pasos del Guírs y de Ferdanne, mientras una fragata de guerra prusiana y un enorme vapor mercante inglés quedaban barados. En el lago Tímsah se hizo el alijo de cuanto peso llevaba la Berenguela, la cu; I fué por el canal de agua dulce á Suez.

Eran las siete de la mañana del 17 de Diciembre, y la fragata, primer buque de alto bordo que pasaba el canal, llegaba al término de su viaje. Saludaban llenos de entusiasmo los hijos de Oriente á los españoles, y Mr. Lesseps, radiante el rostro de alegría, abrazaba (según sus palabras) en la persona del señor Salgado, comandante de la fragata, á España entera. ¡El 23 salía la Berenguela á la mar!!

F. F.


DESEMBARQUE EN SUEZ DE LA EMPERATRIZ DE LOS FRANCESES.

El señor Castro y Serrano en sus bellísimas é interesantes cartas señala de este modo el puesto que ocupaba cada uno de los buques que asistían á la ceremonia oficial de la inaguracíon del canal.

«Delante de todos, dice, marchaba el Aguila, á quien el emperador de Austria había cedido este honor por respetos á la emperatriz Eugenia que le ocupaba. En él iban la emperatriz, el emperador, el khedivé y Mr. de Lesseps. Seguía al Aguila el yacht austríaco, uno italiano y otro turco; despues el prusiano con el príncipe heredero de la Confederación del Norte, en seguida el sueco con los príncipes de los Países Bajos, detrás un navio ruso, otro francés con la administración de la compañía, una corbeta inglesa con el embajador de la Gran-Bretaña, otro buque francés con el emir Abd-el-Kader, y otros y otros hasta el número de un ciento, entre los cuales se contaban seis por lo menos de particulares ingleses que han venido con sus familias y su casa puesta á inaugurar el canal por su gusto propio.

De barco á barco mediaba por lo común una distancia de 500 metros. »

Nuestro grabado representa la decoración que ofrecía el puerto y la animación que había en las aguas.

La emperatriz, acompañada del emperador de Austria, de otros principes y de las damas de su servidumbre, saltó en tierra y fue recibida por el khedivé y por Mr. de Lesseps en medio de las mas entusiastas aclamaciones.

Antes de este suceso tuvo lugar la