Página:La ilustración española y americana 1870.pdf/26

Esta página no ha sido corregida

PASEOS DE MADRID.

LOS JARDINES DE RECOLETOS.

La higiene ha inventado los paseos, y el lujo se ha aprovechado de ellos.

La civilización es una gran cosa.

Ved los pueblos mas atrasados, y no hallareis en ellos mas paseos que los caminos, las carreteras.

Seguid por ellas y vuestro cuerpo entumecido os lo agradecerá, pero la imaginación dormirá mientras hacéis ejercicio.

Nadie duda que el paseo es una necesidad de la higiene, pero debe serlo y lo es también de la imaginación.

La civilización ha dispuesto que haya en las poblaciones plazas-jardines ó squares, como se llaman en inglés, para que en ellos respiren los niños un aire impregnado de carbónico, tan necesario á la vitalidad de la infancia, y para que las niñeras puedan conversar con los soldados, que ellas con mucha gracia convierten en paisanos á los ojos de sus amos. Pero si ha inventado las plazas-jardines para los pequeños, para los grandes ha imaginado los jardines-paseos. Bellísimos son el Jardín de Verano de San Petersburgo, lleno de estatuas y de fuentes; el Prater de Viena, desde cuya lindísima escalinata pueden los paseantes recrear su vista en el panorama de la ciudad; el Thiergartcn de Berlín, rodeado de preciosos edificios ; los Jardines del Serrallo de Constanlinopla; el Hyde-Park de Londres; las Tullcrias de París; el Parque de Bruselas; el Pincio de Roma y otros no menos célebres.

En ellos, al mismo tiempo que hace egercicio el cuerpo, se recrea el ánimo; las estátuas, las fuentes, los jarrones de flores, los caprichosos dibujos de la jardinería esparcen el ánimo.

Kn ninguno de estos paseos sucede, sin embargo, lo que pasa en los de las principales poblaciones de España. El que va á las Tullerías, va solo á pascar, á oir la música, que ejecutan por las tardes las bandas de la guarnición; si encuentran algún conocido, esperimentan una sorpresa.

En los paseos de España, los atractivos, el principal casi es el de hallar amigos ó conocidos.

Si esto pasase en las Provincias, no sería estraño; pero también sucede en Madrid.

Puede decirse que las personas que pasean son siempre las mismas, y á fuerza de verse se conocen unas á otras. El paseo en Madrid, entre las gentes de buen tono, mas que un paseo es una distracción, una exhibición de tragos, una revista diaria.

—Hoy no ha venido la de López , dice una de las señoritas que concurren siempre á los paseos.

—Aun es temprano.

—No por cierto; cuando viene, á estas horas está harta de dar vueltas.

—Estará mala.

—No tal; la he visto esta mañana en los Italianos.

—Se habrá indispuesto después.

—La modista es la que la habrá indispuesto: ya ha apurado todos sus trages, y para que no la critiquen, habrá resuelto no venir hasta estrenar otro vestido.

—Allí va Martínez.

—Es verdad... no tardará en llegar la generala.

—Maliciosa.

—La generala y él parecen el planeta Júpiter, que siempre va con su satélite.

—¡Qué bien peinada va la de Pérez! parece que la peinan las hadas.

—Tiene un gran peluquero , y aunque es muy económica para comer, es generosa cuando se trata de su cabeza. No puede decirse de ella que es mujer de poco pelo; lo compra por arrobas.

—¡Qué gusto tiene para vestirse la de Sánchez!

—Su dinero le cuesta. Va á arruinar á su marido. En cambio, mire usted la niña de los ojos lánguidos.

—¿Cuál?

—Aquella rubia; la llaman así por su modo de mirar... parece que siempre está pidiendo compasión... es una cursi.

—Viste con gracia.

—Tiene dos faldas y cuatro sobre-faldas, y con ellas se arregla de tal modo, que cualquiera diria que estrenaba vestidos todas las tardes.

Podria prolongar estos diálogos; pero bastan los que he estereotipado para demostrar que el paseo en Madrid es la diaria esposicion del quiero y no puedo, del verdadero lujo, del bueno ó mal gusto, y al mismo tiempo la revisla de amigos y conocidos.

Entre todos los paseos, el mas moderno, el mas favorecido y el mas á propósito para que todos se vean y se examinen, es el que el público ha bautizado con el título de Jardines de Recoletos.

Empieza en el espacio cuyo centro ocupa la fuente de Cibeles y se prolonga hasta la línea que forman la casa de la Moneda y el palacio de Indo.

En esta dirección, á la derecha, hay una calle de árboles, solitaria casi siempre, y en cuya línea se levantan los palacios de Salamanca , del Marqués de Remisa y del banquero Campo.

A la izquierda hay otra calle de árboles con una franja de piedra nada galante para con los menudos y delicados pies de las hijas de Eva.

A la derecha de esta calle está la calzada, llena durante las horas del paseo de lujosos carruajes que conducen á la Fuente Castellana á las aristocracias do la sangre y de la fortuna.

A la izquierda están los jardines sencillos pero bien de lineados, donde se alejan de las miradas las familias modestas, donde juegan y se esparcen los niños.

En medio de estos jardines está la Fuente del Tritón, cuya vista reproducimos en un grabado. Levántase ésta, lijera, airosa y agradable, en una plaza rodeada de bancos y de sillas Allí es el punto de reunión de los niños y las mamas, allí corren y juegan los angelitos, allí adornan el cuadro los vendedores de rosquillas y naranjas que revolotean en torno de los bolsillos paternales como las mariposas, aunque es mala comparación, en torno de las flores, lo cual es también otra mala comparación.

En la línea que corre por este lado de los jardines se ha llan el jardin de la antigua presidencia del Consejo de Minis tros; el convento de las monjas de San Pascual, cubierto con la fachada de una casa; las oficinas del Crédito Moviliario; el palacio del ex-ministro Sr. Ardanaz; el Circo de Price; el elegante Teatro y Circo de Madrid y el jardin de un Palacio particular, cubierto por unas tapias que se burlan de la curiosidad de los paseantes.

Otro de los grabados que publicamos en este número, es la vista del Teatro y Circo de Madrid y de las casas contiguas: constituye parte de lo que podemos llamar embellecimientos de la que fue coronada villa y todavía no sabemos lo que será.

En el invierno de dos á cinco, y en el verano por las noches los Jardines de Recoletos ofrecen un cuadro animadísimo. Multitud de bancos y de sillas contribuyen á la formación de grupos; los puestos de los vendedores de agua, con sus blancos manteles se destacan sobre el verde follaje.

Ahora querrá el lector un poquito de historia.

Nada mas natural.

Pues bien, hace diez anos el paseo de Recoletos era una de las salidas de Madrid.

Al final había una puerta construida en el reinado de Fernando VI, que consistía en un gran arco formado por cuatro columnas dóricas, puestas de dos en dos y rematando en un frontispicio triangular con las armas reales, adornadas de trofeos y á los lados unas figuras recostadas.

El espacio que ocupan hoy los jardines estaba ocupado por el antiguo convento de San Pascual, por el Jardin del Paraíso punto de reunión para bailar de las modistas, doncellas de labor y horteras, y por el célebre taller de coches de Recoletos. Seguia la tapia del Jardin de las Salesas Reales y al final había un establecimiento de baños rodeado de un precioso jardin.

La fuente que reproducimos construida á fines del siglo pasado, estaba casi arrinconada en el Jardin del Paraíso. Durante el período de abundancia metálica, es decir durante los cinco años del ministerio O'Donnell, siendo alcalde corregidor el Duque de Sesto, se demolieron los edificios y empezaron á formarse los jardines que hoy existen, bajó la dirección del ilustre presidente de la Sociedad Económica de Amigos del Pais D. Agustín Pascual.

Los terrenos ganaron con esto un 100 por 100 y comenzó la construcción de palacios y circos.

El de Madrid, llamado antes del Príncipe Alfonso, copia exacta del de la Emperatriz que hay en los Campos Elíseos de París es propiedad del capitalista Sr. Rivas.

Tanto este circo como el de Price han prestado grandes servicios á los filarmónicos y á los revolucionarios.

En el primero han oído los dillentali de Madrid la música de los grandes maestros; en el segundo tomó cuerpo la idea republicana, en él se dividió este partido en federal y unitario, en él han resonado la voz de los mas distinguidos orado res, ora abogando por la emancipación de los esclavos, ora exponiendo las bellezas de la república.

También ha servido para la exhibición de fieras.

En resúmen, los jardines de Recoletos, constituyen el paseo mas animado de Madrid.

Pero su título ha llegado á ser una antítesis: la sociedad que allí concurre no tiene nada de recoleta.

Juan de Madrid.

FOTOGRAFIA.

Hay un procedimiento puramente mecánico que se presta á útilísimas aplicaciones en el arte y en la ciencia, que se ha generalizado hasta el punto de vulgarizarse, que es uno de nuestros más curiosos descubrimientos, por medio del que un cristal dispuesto de antemano recoge con especial exactitud las imágenes de cuantos objetos se le ponen delante.

La luz es el principal agente de este fenómeno químico y por un capricho de su misteriosa naturaleza , reuniendo si puedo decirlo así en una mirada todos los detalles del ob jeto que ha de ser reproducido,, busca al cristal oculto en el fondo de la cámara oscura y le hace la secreta confidencia de la imágen.

Para que el capricho de tan natural maravilla sea completo la imágen confiada al cristal por la luz queda impresa en él como una sombra, resultando lo blanco negro y lo negro blanco, lo de abajo arriba y lo de arriba abajo, lo de la derecha á la izquierda y lo de la izquierda á la derecha; todo al revés.

Parece que la imágen es una burla del original; pero el papel menos crédulo á pesar de que repite siempre al pie de la letra todo lo que le dicen , toma la imágen como el cristal se la da y nos la presenta como la luz debió tomarla del objeto reproducido.

Sea esto un capricho ó un misterio el caso es que hemos encontrado un espejo que reliene nuestra imágen y la multiplica, llevando por todas partes el testimonio auténtico de que han vivido ó viven en el mundo los seres más ocultos y las personas más ignoradas.

Los que entre los dones que la Providencia sabiamente nos reparte no se encuentran con genio , con virtud ó con talento para obtener de los hombres la admiración, el respeto ó el aplauso; tienen á su disposición el fácil medio de tan rápidas reproducciones para esponer á las miradas de unos, A las sonrisas de otros y á la curiosidad de todos el exacto contorno de sus personas, las fieles líneas de sus rostros, los pliegues auténticos de sús vestidos.

El que no tenga fama alguna que lleve su nombre de boca en boca, puede tener innumerables retratos que corran de mano en mano.

Aquel que carezca de la necesaria celebridad para decir coratn populi: «aquí está mi genio ó mi audacia, mi virtud ó mi maldad, mi ciencia ó mi ¡(inorancia , mi valor ó mi fortuna,» puede decir: taquí está mi imagen» ó lo que vie ne á ser lo mismo: «aquí estoy yo.»

Si hay pocis nombres que admirar, en cambio tenemos muchos retratos que ver.

Para dar á esta ingeniosa combinación de la nateralcza , que el hombre ha tenido la sabia discreción de encontrarse precisamente cuando no la buscaba, hemos retrocedido mu chos siglos, como sí el nombre hubiera sido creado antes que la causa, como si la palabra hubiera sorprendido el se creto antes que el pensamiento llegara á penetrarlo , como si la lengua le anunciara al hombre lo que mas tarde habia de descubrir.

Ello es que para determinar el hecho vivo que presencia mos nos ha sido preciso recurrir al diccionario de una len gua muerta; porque semejante á una profecía el nombre se habia adelantado al invento.

Lo diré en griego para mayor claridad : hablamos de la Fotografía.

Es curioso lo que se observa en los resultados mecánicos de esta fábrica de dibujo.

Una vez encerrada la naturaleza viva por medio de la luz en el seno de la cámara oscura, la imágen nace muerta.

Si se trata de la figura humana , allí están en efecto reproducídos con pasmosa exactitud y con realidad admirable todos los pormenores, todos los detalles de la persona; allí están todas las líneas, todos los contornos, el pliegue mas ligero, la arruga mas insignificante, todo está allí espresado; solo falta la espresion de la vida.

Si nos fijamos en la reproducción de un paisage veremos los troncos, las ramas, las hojas, las ondulaciones del terreno, las piedras de las montañas, las tortuosidades de los senderos, la superficie del rio ó del lago rizada por el viento, los caprichosos perfiles de las nubes; veremos las gotas