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CAPITULO XV


Durante estas ceremonias, Nitetis se había quedado sola y sumida en profunda tristeza en su morada de los jardines pensiles. Hoy por primera vez asistió al sacrificio común de las mujeres del rey, é intentó orar á los nuevos dioses, al aire libre, ante el altar de fuego, y oyendo en torno suyo extraños cánticos.

Los más de los moradores del regio harén, vieron á la egipcia por primera vez con ocasión de la festividad, y lejos de dirigir los ojos al cielo, no los apartaron de Nitetis.

Esta, azorada por las miradas curiosas y hostiles de sus rivales, distraída con la estruendosa música que resonaba desde la ciudad, dolorosamente conmovida por el recuerdo de las devotas plegarias que ofreciera á los dioses de su niñez, en la solemne calurosa tranquilidad de los templos colosales de su patria, y al lado de su madre y su hermana, no podía elevarse en alas de verdadera devoción, aun cuando se