Página:La hija del rey de Egipto (Tomo I).pdf/17

Esta página ha sido corregida
CAPITULO I
 l Nilo ha salido de madre.


Inmensa llanura de agua se extiende en todas direcciones por los que antes fueron floridos bancales y lozanos sembrados. Sólo descuellan sobre el haz del agua las ciudades, protegidas por los diques, con sus gigantescos templos y palacios, los techos de las aldeas y las copas de las esbeltas palmeras y acacias. Cuelga sobre las olas el ramaje de los plátanos y sicomoros mientras se eleva y asciende, cual si quisiera huir del húmedo elemento, el de los altos pobos.

La luna llena derrama suave claridad sobre la cordillera libica que se confunde con el horizonte. Flotan en el agua flores de lotos, blancas y azules, y revolotean por el tranquilo aire de la noche, que satura el perfume de acacias y jazmines, murciélagos de diversas epecies. En las copas de los árboles duermen las palomas, zoritas y otras aves; entre los papiros y nelumbos que cubren de espeso verdor las orillas del río, se acurrucan los alcatraces, las grullas, las cigüeñas. Estas, para dormir, esconden su largo pico bajo sus alas sin moverse por nada; pero las grullas se azoran al ruido de un remo, ó á la voz del barquero, alargan el cuello y espían temerosas el lejano horizonte y en torno suyo.

No sopla el más leve vientecillo. La imagen de la luna, rielando en el agua cual escudo de plata, muestra lo plácida y mansa que está la corriente del Nilo, que despeñado pri-