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IV
EBERS

Sino por ser la primera de las novelas arqueológicas, al menos por su éxito «La hija del Rey de Egipto» ha atraído la atención de todos y de la escuela ultra-naturalista en particular. Uno de los apóstoles de ésta, Mr. Jules Soury, ha hecho de aquélla un sangriento resumen («Revue des deux Mondes,» enero 1875) terminando con la demanda de la abolición inmediata de la novela histórica y del drama y la novela con fin moral.

Afortunadamente mientras conservemos en la memoria los caracteres nobles y vivos de W. Scott, Dickens, Bret Harte y Elliot; mientras la palabra de Augier nos conmueva en la escena y mientras sepamos que la misma pluma que describió á Mad. Bovary ha creado los «Trois contes simples,» esta demanda es inútil. Gervasia, Naná, y sus imitaciones podrán vegetar en la sombra de poblaciones corrompidas, podrá hacerlas presentables al público un habildoso taleno académico disfrazado de naturalista, servirán para demostrar el ingenio de los autores, para entretener la curiosidad por los procedimientos entre las gentes del oficio y para explotar la menos sana de los demás; pero estas muñecas de carne rosada, cuya putrefacción tan bien se historia, nunca serán objetos de Bellas Artes, ni siquiera problemas en la sociedad, sino casos nosocomiales.

La novela de Ebers encierra dos partes: una que podría mos llamar de escenario, y que es irreprochable según nuestros actuales conocimientos. El paisaje, la vegetación, los monumentos, los muebles, los trajes, las costumbres están perfectamente pintados. La verdad del detalle hace mucho más rico y bello el cuadro de estas civilizaciones de lo que nos lo habían hecho comprender estudios más formales anteriores. No hay un árbol, un palacio, un tejido, un vaso ni el acto más insignificante cuya existencia no esté plenamente justificada. Arturo Mélida y Apeles Mestres en las ilustraciones de esta edición hacen resaltar aun más este carácter, sujetando sus trazos, de ordinario espontáneos y elegantes, á la rígida fijeza del estilo de aquella época.

No resulta tan perfecta la acción y los caracteres: aquélla es muy desigual en su desarrollo. Lenta en la primera mitad, distrae y pierde á la imaginación en episodios puramente